![](https://digitalia.gov.co/wp-content/uploads/2024/12/Necesidad_digitalia_total_transmedia.jpg)
Importancia de contar con un programa de Educomunicación y Alfabetización Mediática e Informacional
La propaganda nazi fue una de las herramientas más poderosas del régimen de Adolf Hitler para consolidar su ideología y ganar el apoyo de las masas. Dirigida por Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda del Tercer Reich, se convirtió en un instrumento clave para manipular la opinión pública, deshumanizar a grupos minoritarios y justificar actos atroces como el Holocausto. Goebbels desarrolló principios y técnicas de comunicación que buscaban apelar a las emociones, simplificar mensajes complejos y repetirlos hasta que se aceptaran como verdades absolutas. Su influencia fue tal que muchas de sus estrategias siguen siendo estudiadas —y lamentablemente, aplicadas— en la propaganda moderna.
Link: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Nazi_propaganda_books_Hermann_Esser_Die_j%C3%BCdische_Weltpest_Konstantin_Hierl_Der_Mann_und_sein_Werk_Dr._Joseph_Goebbels_Vom_Kaiserhof_zur_Reichskanlei_Munich_City_Museum_%28M%C3%BCnchner_Stadtmuseum%29_Germany_2014.jpg
Dos de los principios de la propaganda nazi, ideados por Joseph Goebbels, aún tienen ecos en nuestra sociedad actual.
En este texto, nos centraremos en dos de ellos: la vulgarización y la orquestación.
La vulgarización busca que la propaganda se adapte al lenguaje y a las características del público al que va dirigida, mientras que la orquestación trabaja para instalar ideas en el imaginario colectivo de forma persistente y deliberada.
Ante estos desafíos, iniciativas centradas en la Educomunicación para la Paz son más necesarias que nunca. Estos programas ayudan a las personas a desarrollar habilidades para identificar y enfrentar la desinformación, promoviendo una ciudadanía más crítica y consciente. Un enfoque educativo que fomente el diálogo entre iguales, con mensajes claros y fáciles de entender, puede hacerle frente a las narrativas dominantes que, muchas veces, los grandes medios al servicio de intereses económicos imponen en el pensamiento colectivo, afectando especialmente a comunidades que han sido vulneradas a lo largo de la historia.
Los temas que dominan nuestras conversaciones
Sin darnos cuenta, muchas de nuestras conversaciones diarias están influenciadas por los temas que los grandes medios de comunicación han instalado de manera sutil. Por ejemplo, cuando nos reunimos con amigos en el colegio, en casa o en la oficina, es común que lo primero que surja tenga que ver con lo que vimos en televisión, escuchamos en la radio o encontramos en las redes sociales. Terminamos hablando del reality de anoche, la noticia más repetida del día o la escena polémica de la novela más popular.
Cuando hablamos de educomunicación, hablamos, entre otras cosas, de una invitación a preguntarnos cosas como: ¿Qué mensajes se pueden extraer del contenido que estoy consumiendo? ¿Es información verificada? ¿Con qué intención se producen estos contenidos?
Hacer estas preguntas nos ayuda a analizar lo que recibimos, a cuestionarlo y a reconocer posibles manipulaciones en los mensajes que nos rodean.
El principio de vulgarización
Uno de los principios que explica cómo operan estas dinámicas de manipulación es el de vulgarización. Según este principio, «toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar».
En otras palabras, este principio busca que los mensajes sean simples y fáciles de entender para la mayoría, asegurando que se graben rápidamente en la memoria colectiva. Aunque parece incluyente, también resulta opresivo, ya que reduce temas complejos a frases simples, cargadas en muchos casos de falsedades, que se repiten una y otra vez hasta ser aceptadas como verdades. De esta manera, la vulgarización logra que los mensajes sean recordados, pero al costo de simplificar en exceso realidades mucho más profundas.
El principio de orquestación
Ligado a la vulgarización, el principio de orquestación establece que «la propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentándolas desde diferentes perspectivas pero siempre apuntando al mismo concepto, sin fisuras ni dudas». De aquí proviene la célebre frase: «Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad».
Este principio se basa en la repetición constante de un mensaje para que, aunque sea falso o incompleto, termine siendo percibido como una verdad irrefutable. Ejemplos de esto sobran: titulares que simplifican situaciones complejas, dejando fuera detalles importantes, o frases fáciles de recordar utilizadas por grupos políticos para moldear opiniones. Estos mensajes no invitan al análisis ni a la reflexión; solo buscan que sean memorizados y replicados por el público sin cuestionamientos.
La importancia de cuestionar y reflexionar
Al comprender cómo operan estos principios, es fundamental que aprendamos a cuestionar los mensajes que consumimos y el impacto que tienen en nuestras conversaciones y pensamientos. Solo así podemos evitar caer en las trampas de la manipulación y construir una visión más crítica y consciente de la información que recibimos diariamente.
La vigencia de la vulgarización y la orquestación
Uno de los mayores desafíos que enfrentamos en la actualidad es la permanencia de principios como la vulgarización y la orquestación en los sistemas de comunicación. Estas estrategias están diseñadas para que una gran mayoría de personas acepte ciertos mensajes como verdades absolutas, simplemente porque estos se asemejan a lo que ya piensan o sienten. Este fenómeno no solo refleja una falta de análisis crítico, sino que también evidencia la necesidad de programas centrados en la educomunicación para la Paz, que impulsen a las personas a dejar de ser receptoras pasivas de información.
¿Qué es Educomunicación para la Paz y por qué es importante?
Educomunicación para la Paz es una propuesta educativa basada en las competencias de Alfabetización Mediática e Informacional (AMI), que incluyen acceso, análisis, reflexión, acción y creación. Estas competencias están diseñadas para dotar a las personas de herramientas prácticas que les permitan enfrentar problemáticas como la desinformación, los discursos de odio y los efectos de las cámaras de eco o filtros burbuja.
La importancia de este tipo de programas radica en que no solo enseñan a consumir información de manera crítica, sino que también promueven la creación y difusión de contenidos responsables. Pero, ¿cómo pueden estas competencias ayudar a mitigar problemas como la desinformación o los discursos de odio?
Las competencias AMI: una herramienta para enfrentar la desinformación
1. Acceso
La competencia de acceso se refiere a la habilidad de buscar, localizar y verificar información utilizando las herramientas adecuadas. En un contexto electoral, por ejemplo, esta competencia permite que una persona pueda investigar la veracidad de un rumor sobre un candidato político utilizando fuentes confiables. El acceso, además, está condicionado por factores como la disponibilidad de dispositivos y el conocimiento de plataformas digitales.
2. Análisis
El análisis implica cuestionar la información recibida, identificar posibles intenciones detrás de su difusión y contrastarla con otras fuentes. En el caso del rumor político, el análisis ayudaría a entender si el medio que lo difunde tiene un sesgo particular o intereses específicos que podrían influir en el mensaje.
3. Creación
La creación no solo consiste en consumir información de manera crítica, sino también en producir contenido basado en hechos verificables. Por ejemplo, después de analizar el rumor político, una persona podría crear un post o un video desmintiendo o confirmando la información con datos sólidos. Esto convierte a los ciudadanos en generadores de contenido responsable.
4. Reflexión
La reflexión permite aprender del proceso de búsqueda, análisis y creación de información. En el contexto de unas elecciones, esta competencia ayuda a las personas a reconocer patrones y a construir un criterio sólido para evaluar el desempeño de los candidatos elegidos, promoviendo la participación activa en la veeduría ciudadana.
5. Acción
Finalmente, la acción se refiere a la capacidad de compartir lo aprendido con otros. Por ejemplo, explicar a un familiar por qué un mensaje es falso y persuadirlo de no difundirlo contribuye a cortar cadenas de desinformación y a generar conciencia en el entorno cercano.
Conclusión
En la sociedad contemporánea, donde la información se ha convertido en una herramienta de poder, programas como Educomunicación para la Paz son más relevantes que nunca. Estos espacios educativos no solo nos ayudan a defendernos de la desinformación y los discursos de odio, sino que también nos empoderan para ser ciudadanos activos y responsables en el manejo de la información.
Hoy, más que el dinero, es el control sobre la información lo que mueve al mundo. Por eso, fortalecer competencias como las que promueve la alfabetización mediática e informacional es clave para construir una sociedad más crítica, consciente y comprometida con la verdad.